sábado, 18 de junio de 2011

Genji Monogatari

Cuando Maguerite Youcennar dijo que después de esta novela está todo escrito, no desvió el tiro ni un ápice. La enorme obra de Murasaki Shikibu, como toda obra inmortal, posee los ingredientes para atravesar siglos, épocas y modas y presentarse ante nosotros mil años después de haber sido compuesta en el Japón de la época Heian y sorprendernos con planteamientos sociales plenamente vigentes.
A esta sensación, se trata probablemente de una de las obras más sensitivas que he leído, contribuye una excelente traducción, que aporta un ritmo narrativo y una claridad que, de otro modo, el lector occidental de está época dificilmente podría seguir.
Murasaki Shikibu fue una dama de la nobleza cortesana del Japón del siglo X, la cual formaba un estamento culto y refinado que hacía de la estética y del protocolo el centro de la vida de la corte de Heian. La novela de Genji, junto con un diario personal son las obras de Murasaki que han llegado hasta nosotros.
Esta monumental obra está formada por mas de cincuenta libros y casi mil poemas breves, en la edición de Destino se ha dividido en dos volúmenes, Esplendor, en el que, a lo largo de más de ochocientas páginas, se relata el ascenso y triunfo de Genji, y Catástrofe, en el que (creo porque aún no lo he leído) se narra la decadencia y declive de una sociedad irrepetible.
La edición de Destino, en versión de Xavier Roca Ferrer, prologada por Harold Bloom y completada con una interesante introducción que enmarca perfectamente la obra y su época, teniendo en cuenta la enorme dificultad de la traducción, no solo de una lengua que nos es absolutamente extraña, cuyas claves psicosociales son diametralmente opuestas a las nuestras, sino de una época, más cercana a un mundo de fantasía que al real, es una joya literaria de valor imperecedero. La edición de bolsillo es un pobre envoltorio para tan singular obra, por ello recomiendo adquirirla en la edición de tapa dura.
En una obra de estas características es difícil destacar alguna de sus partes ya que todas son excelentes, aunque, particularmente, hay dos pasajes que han dejado una especial huella en mi ánimo.
El primero de ellos hace referencia a la importancia del estudio y del conocimiento en las personas como base para una proyección exitosa por encima del disfrute de prebendas y de las facilidades que la cuna brinda a determinadas personas (aunque parezca mentira es de una actualidad rabiosa)

Vol I pág. 554 y 555

Todos esperaban que Yugiri [hijo de Genji] sería promovido al cuarto rango. Genji pensó mucho sobre ello, y llegó a la conclusión de que las promociones demasiado rápidas olían a nepotismo y a abuso de poder. Tiempo habría para mejorar su posición paso a paso, de modo que, de momento, optó por el sexto rango. Cuando la abuela del chico lo vio con el atuendo azul correspondiente a dicha categoría, se puso furiosa y exigió un explicación a Genji.
-No hay ninguna necesidad de colocarlo en un rango donde se vería obligado a tratar con muchachos bastante mayores que él - le explicó su padre para justificar su decisión-. Quiero que curse estudios, y debemos considerar los próximos años como un tiempo sabático, al margen de promociones que solo interferirían en sus tareas de estudiante. Cuando tenga la edad suficiente para prestar servicios en la corte, haremos por él lo que convenga hacer. Recuerda que yo crecí en la corte, siempre al lado de mi padre [el emperador]. No tenía ni idea de lo que era el mundo, y casi no aprendí nada de los clásicos. Mi padre quiso ser mi profesor, pero, aunque debo agradecer sus buenas intenciones, mi educación se resintió de esta circunstancia. Lo que aprendí sobré los clásicos y la música fue pura casualidad.
Tengo observado que los hijos de buena familia, contando desde muy jóvenes con que obtendrán los títulos, los honores y los emolumentos que deseen, evitarán entregarse a estudios que consideran demasiado arduos. Prefieren divertirse, hacer música y darse otros placeres, convencidos de que todo lo demás se les dará ''por añadidura''. Los que tienen debajo les alaban por delante y se burlan de ellos a sus espaldas. Todo está muy bien mientras dura, pero llega un momento en que las cosas cambian. Entonces los que son capaces de sobreponerse las circunstancias adversas prosperan y los demás pasan a la cola, cuando no acaban pidiendo limosna. En momentos como estos se pone de manifiesto la falta de educación como la que se recibe en China. Sin la sólida base conseguida mediante la lectura de muchos libros, este tan cacareado ''espíritu japonés'', del que tan orgullosos parecemos estar, sirve de muy poco.

El segundo se trata de una reflexión de Genji acerca de los libros y la lectura (cómo no)
Vol I, pág. 669
Un día Genji, al observar la gran cantidad de novelas que había en los aposentos de Tamakazura, dijo a la muchacha, enfrascada como siempre en la lectura de su último descubrimiento:
-Realmente te has vuelto incurable... A veces pienso que las jovencitas solo existen para dejarse engañar porque, aunque saben que en esas narraciones extravagantes no hay ni un ápice de verdad, se dejan atrapar por ellas como moscas en la miel. Juraría que el libro que te ocupa está lleno de historias a cual más absurda, y, sin embargo, aquí estás tú, entregada en cuerpo y alma a su lectura sin que parezca importarte el calor que hace y que tienes la cabellera completamente enredada... De todos modos, me consta por experiencia que las novelas han sido siempre algo indispensable cuando llegan las lluvias... ¿Qué haríamos sin esas viejas historias para combatir el aburrimiento?
Y, sin embargo, debo hacerte una confesión: a pesar de su artificiosidad, yo mismo me dejo ganar con frecuencia por las emociones que aparecen en los libros si están bien descritas, y por las aventuras, si el autor ha sabido tejerlas con destreza. Resulta perfectamente posible tener conciencia de que todo ello es sólo el producto de la invención de un autor, y, al mismo tiempo, sentirnos conmovidos o arrastrados por el interés de la historia. He aquí porqué sufrimos por las penas que debe soportar una pobre princesa... que no existe. El gran autor es capaz de deslumbrarnos hasta borrar nuestra incredulidad primera. Luego, al evocar las emociones experimentadas, quizás nos avergoncemos de haber tomado en serio tantos dislates, pero al escuchar la historia por primera vez, seguramente nos ha parecido la cosa más fascinante del mundo... A veces, cuando las azafatas de mi hija le leen historias, me paro a escucharlas y casi siempre me admiro del talento de nuestros autores. Probablemente escriben tan bien porque han adquirido el hábito de mentir, aunque supongo que hay bastante más que eso.
-Pienso- dijo Tamakazura, apartando el tintero- que son sólo los que tienen el hábito de mentir los que achacan este motivo a los demás. Las personas sinceras toman lo que leen por la verdad.
-Si- dijo Genji-, tal vez me he expresado hasta ahora en términos excesivamente simplistas. Las obras de ficción nos relatan lo ocurrido en el mundo desde los tiempos de los dioses. Las Crónicas de Japón, sin ir más lejos, únicamente nos dejan entrever un aspecto del cuadro, mientras que las novelas están llenas de detalles adecuados a cada momento.
(...)
-El autor no nos habla de personajes de carne y hueso con una vida ''real'' detrás de cada uno de ellos, sino que, habiendo conocido multitud de gentes y siendo testigo de las cosas que les han acaecido, lo reelabora todo y lo pone por escrito a su manera para que otros puedan participar y aprender de ello, incluso las generaciones futuras. Ésta es la razón de ser última, pienso, de la novela. A veces el autor quiere escribir cosas agradables de sus héroes y nos los adorna con cuantas cualidades positivas se le ocurren. Otras, en cambio, si de veras quiere dar una visión completa de la naturaleza humana, introduce elementos extraños o incluso maléficos en los caracteres de su obra. Pero siempre se trata de atributos que existen en el mundo real.
Los narradores chinos son muy distintos de los nuestros, no solo por su erudición sino también por su estilo. Incluso en Japón la literatura ha evolucionado bastante, sin olvidar que existe una gran diferencia entre las obras que consideramos serias y las de entretenimiento. Rechazar de plano todas las novelas como embustes resulta injusto desde el momento que incluso en la Ley de Buda encontramos pasajes que llamamos ''verdades modificadas'' o ''parábolas''. (...) Si sabemos acercarnos a las buenas novelas de la manera adecuada comprobaremos que no hay nada en ellas que deba despreciarse por frívolo o superfluo.
He aquí como Genji reivindicó la utilidad de la ficción novelesca.

En la corte Heian el grado de sofisticación en las relaciones, en el vestido, en la realización cualquier actividad adquirió un grado superlativo. Finalmente su endogamia y soberbia le impidió ver, aunque en la novela Murasaki lo denuncia, en boca de Genji, repetidas veces como época ''decadente'', que el mundo cambiaba a su alrededor y se adentraba, a pasos agigantados en la oscura época feudal en  la que los señores de la guerra, asolarían, durante siglos, en absurdas contiendas, los verdes valles japoneses.